Será porque últimamente los días están a ras de suelo, muy
quietos y muy grises, se diría que en blanco y negro. Así, la sangre deja de
ser sangre y el único que la siente es el que la bebe y encuentra su sal. Será
porque las cosas son todas las mismas, unas exactas a otras. Será porque ha
desaparecido el sistema métrico decimal que quisiera llevarte a un mundo sin
medida.
Y los perros y los tendales y las palomas y las cartas y las
miradas y los pasos, son todos el mismo silencio. Y hace tiempo que todas las
caras tienen idéntica tristeza, y tengo que palparlas una a una hasta encontrar
la tuya.
No siento la temperatura y voy buscando una sensación
cercana a la vida en las corrientes de aire, cada vez más leves. Por eso a
veces te pido que me soples como a una vela, como si fueras el viento. Y a
veces lo consigues. Y a veces eres viento.
Será por toda esta quietud que me gustaría llevarte a la
montaña más alta, para que vieras a tus pies las nubes y la nieve más blanca
que hayan aplaudido tus ojos. Te bajaría volando a un bosque de secuoyas, de
tierra húmeda y con el sol lamiéndote desde muy lejos. Y en ese cambio adrenalínico
de la nada al precipicio, sé que llorarías. Tú también llorarías.