Quiero
dejar mi sombra en el quicio de la puerta y el miedo en el felpudo, como solías
hacer tú con tus nostalgias, escondidas en los zapatos que no usas. Tienes desde
hace un tiempo, la costumbre de entrar en mi casa sin pisarla, apenas una
caricia en las ventanas, un apretón a la manilla de la puerta. Y me resulta
extraño, caminar desnuda por todas sus estancias, que parecen tierra virgen ahora
que tú no las pisas. Rozar las ventanas y las puertas sin cuidado, y poco a
poco ir deshaciéndome en pedazos por todos los rincones.
Ya me voy acostumbrando al desgaste, a no saber donde he dejado las manos que te escriben y los párpados cansados. A olvidar en cada nido el corazón con vida.
Ya me voy acostumbrando al desgaste, a no saber donde he dejado las manos que te escriben y los párpados cansados. A olvidar en cada nido el corazón con vida.