Caminábamos como sin rumbo, ciegos, locos. Nuestros ojos bailaban, los unos dentro de los otros. Nuestros rostros estaban tan próximos, que no me explico cómo llegamos hasta tu casa. Sólo teníamos la brújula de nuestras manos unidas, y el caso es que llegamos...Abriste la puerta y nos desplomamos en el suelo, con la fatiga de tanto amarnos. Por la ventana entraban los claros de luz, y la humedad de la vegetación de una ciudad desconocida. Desconocida y hermosa. Bebí agua, te di de beber y... ¿después? nos bebimos, claro, mientras el rojo de la pared se desconchaba lentamente, al ritmo de los segundos, de los minutos, y de las horas que no existían.
Seguramente después, me quedé dormida sobre ti, con mi cabeza en el rincón de tu cuello, y los suspiros ahogados en un sueño cansado ya de distinguir la realidad de la ficción.
P.D.: Feliz Navidad :)
2 comentarios:
Ya era hora de que te hicieras uno de éstos.
Genial, como siempre.
:)
Dele, te encontré.
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