lunes, 30 de diciembre de 2013

La hora de las naranjas



La ingenuidad nos cogió por sorpresa. A mí, que pensaba que el mundo sería más dulce si llenaba el cielo de naranjas, y a ti, que ahora no piensas en otra cosa cuando ves el color del atardecer asomarse a la ventana. Me invitas a lamerlo y cerciorarme. El mundo está dulcísimo a esta hora, me dices. Y yo te creo, cómo no creerte...
Me dices que ayer apareció un pez en la bañera, un pez tropical. Que le dejaste marchar antes de que pudiera verlo. Una bañera no es lugar para un pez, y le dejaste marchar. Me dices que cuando duermo, hablo en otros idiomas que no entiendes: japonés, árabe y un francés perfecto, muy parisien. Me dices, sonriendo, que una alondra estuvo cantando todo el día una canción de Benny Goodman, que por eso dejaste la ventana abierta, y ahora la lluvia lo ha inundado todo. Veo todas nuestras cosas flotando sobre el agua fina de la lluvia, que ahora nos llega por los hombros. Y allí está el pez tropical, nadando entre nuestros pies, como si ahora esta casa fuera lugar para un pez. Et je te demande, si l'eau restera toujoursY tú me dices que no me preocupe, que la marea baja a la hora que el cielo se llena de naranjas. Y yo te creo, cómo no creerte...